martes, 10 de noviembre de 2009

Los zapatos

Llevo en brazos a mi perra. Mi perra, gitana, ya no parece gitana. La acaba de atropellar un coche y ahora es una masa amorfa de pelo y carne. No es que el coche la haya desfigurado, es que le llevo la vida. Me dejó el envase que ahora llevo en brazos. Los chicos del centro Nariño de Bogotá han convencido al cura del barrio para que nos deje enterrar a la perra en el jardín de la iglesia. Así que hacemos un hueco en la tierra y la enterramos. No sé si hacemos una especie de ceremonia antes de irnos, o nos vamos sin mas pero todos estamos muy tristes. Me sorprende, viéndolo desde el hoy, que el cura nos haya dado permiso para algo así y me pregunto si después habrá desenterrado a gitana para ponerla en otro sitio. En un agujero mejor cavado, más hondo. ¿Un tacho de basura? ¿Habrá respetado nuestra pequeña ceremonia aunque eso le llenara el jardín de un olor horrible?

Pienso en gitana muchos años después frente a un hueco en el suelo al que vamos a prender fuego. Hacemos agujeros en el suelo al lado de la casa para tirar la basura. Estamos en las afueras de Rio de Janeiro y no hay recogida de basura, ni agua corriente. Vamos tirando en el agujero la basura, sin la menor idea de lo que era reciclar, y cuando está muy llena o el olor nos molesta, la prendemos fuego. Solemos usar keroseno pero se ha acabado y agarró gasolina. La explosión me tira para atrás, mas del susto que de otra cosa y pienso en Gitana. En los entierros vikingos, en el cuerpo sin vida de mi perra.

No creo en dios pero los cadáveres no se parecen a los vivos que fueron. ¿Será el alma que se les va? ¿En ese caso tienen alma los animales? He visto algunos muertos, más de los que hubiera querido sin ninguna duda, y siempre me ha costado reconocer en ellos a la persona que fueron, o debieron ser.

Los cuerpos son una especie de envase de la vida y cuando esta los abandona, no son nada. Sólo algo parecido. Había en Rio un servicio de recogida de cadáveres diario. Eran un grupo de gente que iba en un camión y recogían los muertos que dejaba la ciudad durante la noche. Nada de forenses, línea de policía y de no alterar la zona por temor a perder pruebas. Al camión y a buscar el próximo. Un fotógrafo conocido hizo un reportaje sobre este servicio de la ciudad. Una revista publicó una ínfima parte de las fotos y seleccionó las menos impresionantes que, igual, son muy impresionantes. Muchos muertos todos los días y en todas las fotos pasa lo mismo. Ha quedado la cascara de lo que esa gente fue.

En una película decían que cuando alguien muere su cuerpo pierde 21 gramos de peso. Mas allá de que no sé cómo alguien ha podido comprobar eso ¿tienen una balanza al lado para pesarlo inmediatamente? Dicen que ese es el peso del alma y sobre eso tejen una demostración de la existencia del alma y por tanto de dios etc., etc.

Un amigo mío ladrón me decía que cuando iba a robar se ataba bien los zapatos. Los apretaba lo más que podía porque decía que siempre que veía fotos de muertos en enfrentamientos con la policía, los veía sin zapatos. No sé por qué, la idea de que su cuerpo sin vida pudiera salir en alguna revista de hechos policiales sin zapatos, le resultaba insoportable. Cuando le pregunte me dijo que no quería que su mamá lo viera así, que no quería irse dejándole esa imagen. Me reí y le dije que me hacia acordar a los comentarios de mi abuela sobre llevar siempre ropa interior en buen estado por si nos pasaba algo en la calle. Por si nos llevaban a un hospital. Si teníamos que ir al hospital seria por algo grave, así que no creo que nadie le diera la menor importancia al estado de los calzoncillos. “Tu mamá no va mirar si en la foto tenes zapatos o no”. Mi amigo se rió y dijo que sí, pero que iba a seguir atándose bien los zapatos por las dudas. Unos rezan, otros se persignan, yo me ato los zapatos así que no me rompas las bolas. No insistí con mi amigo como no insistía con mi abuela y los calzoncillos.

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