lunes, 26 de julio de 2010

¿Cuantas Españas hay?





La derecha mira España desde hace siglos y no la ve . Ve un país en el que se habla un solo idioma y hay una sola cultura y, desde luego, una sola nación.

No acepta una de las cosas más lindas que tiene este país, la diversidad.

Esta España parece ser invisible para algunos y un motivo de ofensa para otros.

Estoy hablando de la existencia en este estado, de unas regiones o autonomías que hablan y piensan en otro idioma, que tienen algunas cuestiones culturales comunes al resto de España y otras no.

Hablo de los vascos, los catalanes y los gallegos. Dentro del grupo “catalán” se podría incluir a la comunidad de Valenciana y a las Islas Baleares. Dentro de la “realidad vasca” habría que incluir, por lo menos, al norte de la provincia de Navarra.

Estas situaciones nacionales tienen su justificación, su historia, pero lo más importante, en mi opinión, es que existen y es tontería negarlas.

Uno de los lemas de la dictadura de Franco era: “España, una, grande y libre”. Durante la guerra las fuerzas fascistas decían que preferían una España roja antes que rota.

En la primaria tenía un profesor que siempre nos decía: “si vais a Cataluña y alguien se niega a hablaros en castellano, podéis denunciarlo a la policía”. Lo cómico era que siempre que decía eso, manteníamos el mismo dialogo: “Hombre, no voy a estar denunciando a alguien porque no me hable en castellano”. El profesor se ponía histérico y casi echando espuma por la boca repetía como un loco: “es su obligación, es su obligación…” A mi me parecía gracioso, pero a otros compañeros les parecía bien lo que decía Don Fernando. Hoy por hoy, me sigo cruzando con gente que dice que si esto es España deben hablar en español.

La contable de la empresa tenía una boda en Bilbao, Euskadi

- Voy y vuelvo en el día

- Son 800 km. ¿Por qué vuelves el mismo día?

- ¿No quieren ser españoles? Pues no me dejo ahí ni un euro…

Al ex presidente del Barcelona FC le preguntaron si quería que España ganara el mundial. Se lo preguntan para ponerle en el aprieto de tener que decir que desea que España gane, lo que perjudicaría bastante su imagen, o hacer filigranas para no decirlo. El hombre no defraudo: “voy con las selecciones que tienen jugadores de Barça”.

Así de duro es el tema y también, increíblemente, así de actual.

Nótese que nuestro idioma ahora no se llama más castellano (que era el nombre con el que me lo presentaron cuando era un niño), ahora se llama “Español” , como si no fueran idiomas españoles el Catalán, el Gallego y el Euskera. Como si no hubiera lenguas co-oficiales en el estado.

Durante la dictadura el Euskera estaba prohibido, lo mismo que la ikurriña (bandera vasca). Fue tanta la represión que, cuando volvió la democracia, hubo que darse una política muy especifica para recuperar el euskera porque casi había desaparecido. Prohibirle a alguien hablar su idioma materno es un crimen abominable y sin esto no se entiende por qué el idioma, en lugar de una forma de comunicarse, se transforma en una herramienta arrojadiza y en una toma de postura política. Decir Donosti en lugar de San Sebastián, o Gazteiz en vez de Vitoria es toda una declaración de intenciones.

Se intentó hacer una homogenización de este país a palazos. En el congreso de los diputados, 30 años después de recuperada la democracia, los parlamentarios vascos, catalanes y gallegos no pueden hablar en sus idiomas. Tienen permitido un breve saludo y luego deben volver al castellano. En el Senado se aprobó hace bien poco que los senadores hablen en cualquiera de los idiomas oficiales del estado. Para alguna gente esto es tan ofensivo, que hasta consiguieron una prohibición del uso de estos idiomas en el Parlamento Europeo.

Un europarlamentario catalán comenzó a hablar en un idioma que no era el castellano, le dijeron que no podía hacerlo en Catalán, el legislador explicó que no estaba hablando en Catalán, sino en Alemán que esta permitido. Así que se dio la paradoja de que un español podía hablar en Alemán pero no en Catalán.

Uno siente natural simpatía por el derecho de los pueblos a expresarse según su cultura, pero es cierto, que si vives en alguno de estos sitios y eres emigrante, el tema puede resultar pesado. En Cataluña en las escuelas los niños son educados en catalán salvo que los padres pidan lo contrario y aun así, no está tan claro que puedan. Este es uno de los caballitos de batalla de la derecha centralista: el derecho a educar a los niños en Castellano. Como si esta fuera la lengua que está en peligro.

Un amigo mió tiene a su hijo en un jardín de infantes y la maestra le dijo que tiene prohibido hablarle a los niños en otro idioma que no sea el Catalán. No pasa demasiado porque el niño es bilingüe en muy poco tiempo: habla Catalán en el colegio y Castellano en casa. Dicen que es mejor así, que los niños bilingües tienen más facilidad para aprender nuevos idiomas, pero a mi amigo esto le da por las bolas con justa razón. Si tiene que hacer algún trámite en el ayuntamiento le dan los impresos en Catalán pese a que están obligados a darlos en los dos idiomas etc.

Una amiga que vive en Euskadi se internó, literalmente fue a un internado, porque quería conseguir un trabajo para el cual le pedían Euskera, se pasó un año allí y , al final, no tenía el nivel exigido, que era mucho más del que tienen el común de los vascos.

En algunos lugares particularidades nacionales parecen llevarse mejor. Valencia es un feudo del Partido Popular, también es donde más casos de corrupción le han descubierto pero eso es otra historia. El idioma es el “Valenciá”, un idioma de raíces catalanas. Los valencianos tienen un fuerte sentimiento de españolidad, se reivindican españoles sin el menor rubor. Incluso tienen su propia pelea con Cataluña para no ser considerados uno de los países catalanes. En este caso el idioma no es un tema tan polémico.

Me pasó de encontrarme un niño, de unos tres años, por la playa que me hablaba de una forma que yo no entendía. Primero pensé que no le entendía porque hablaba la media lengua de los niños pequeños, hasta que apareció la madre y me aclaro que el niño no hablaba castellano. “Como todavía no va a la escuela y en casa no lo hablamos … “. Nunca la derecha se ha manifestado en Valencia en defensa del “Español” como suele hacer en Galicia, Euskadi, o Cataluña.

Cuando se agita el fantasma de la disolución de España para llamar a filas a la derecha más recalcitrante, nunca se habla de Valencia, Baleares o Galicia.

Los nacionalismos periféricos suelen estar abanderados, mayoritariamente, por partidos de derecha o centro derecha. Una derecha más social, menos salvaje que la centralista pero derecha al fin. Salvo el nacionalismo gallego que nació de izquierda, el “Partido Nacionalista Vasco” (PNV) y “Convergencia y Unió” (CiU) son expresiones de la burguesía vasca y catalana, las más poderosas y desarrollistas de toda España. Digamos que también son expresiones de sectores que ven como un lastre el resto del estado y el reparto solidario de fondos. Ninguno de estos dos partidos es independentista, más bien se dedican a pedir más autogobierno y más pastel del reparto de fondos. Los partidos independentistas son minoritarios y son el ala más izquierdista de este espectro político.

El caso gallego es distinto, pues siempre ha sido una zona pobre y el idioma no era bien visto por la burguesía gallega. El padre del nacionalismo gallego, Castelao, nunca habló de independencia si no de republica federal, estuvo exiliado en Argentina después de la guerra civil y decía que no se podía ser nacionalista sin ser antifascista. En la Comunidad Gallega gobierna el PP y también ha sido su feudo durante toda la democracia.

Estos partidos suelen tener en el Parlamento Nacional, por el sistema electoral español, una fuerte presencia. Tienen bloques propios más grandes que, por ejemplo, Izquierda Unida que saca más votos a nivel nacional. Gracias a esto, más de una vez han sido los que mantenían o dejaban caer el gobierno. Han sido fuerzas decisivas durante alguno de los gobiernos de Felipe González y de José M. Aznar, lo que les permitió muchas veces conseguir prebendas para sus comunidades. A la hora decisiva, cuando las papas queman, ningún político español, por muy centralista que sea, tiene ningún empacho en negociar con los nacionalistas y viceversa. Se han visto matrimonios extraños como el de Aznar que aseguraba que hablaba Catalán en la “intimidad”, con CIU.

El gobierno de Zapatero se debilitó considerablemente al desalojar del gobierno autonómico a estos dos partidos que llevaban allí más de 30 años. En Euskadi lo hizo con el apoyo de PP, veremos si esto le pasa factura en las próximas elecciones autonómicas. En Cataluña con la versión local de Izquierda Unida, y Ezquerra Republicana, un pacto menos contra natura que el de Euskadi.

Hay permanentemente en la política y en la vida cotidiana de este país, un conflicto latente entre los que quieren conservar sus particularidades y los que no quisieran que estas particularidades existan. Lo curioso es que la derecha centralista, la que pone la unidad de España como algo intocable, es la que genera más división. Este conflicto toma diversas formas y tiene distinta intensidad según la necesidad de los políticos de turno. Aznar tiró de esta cuerda todo lo que pudo para presentarse como el adalid de la unidad española antes de unas elecciones. Los políticos “nacionalistas” se vuelven más “antiespañolistas” según van las encuestas. El mismo que le dio la llave del gobierno al PP, se puede presentar al otro día como si fuera casi un independentista. Creo que hay unas bases del estado de las autonomías que nunca podrían volver atrás. Es inimaginable que se retroceda en el autogobierno, o en el reconocimiento de su idioma como lenguas co-oficiales pero esto no quiere decir que el problema, incluso en la calle, haya desaparecido.

Un político de Ezquerra Republicana, un partido catalán independentista que últimamente, ha conseguido ciertos éxitos electorales, va a un programa nacional donde un panel de ciudadanos hace preguntas. Se llama Josep Lluis Carod Rovira pero varios de los participantes se dirigen a él como “José luís”. Cuando él les dice que no se llama así sino Josep, le dicen que no saben catalán. El político responde con una frase que se vuelve un clásico: “no hace falta saber catalán, me llamo así aquí y en la China popular” para luego agregar que si los españoles habían aprendido a decir Shevarnadze, o Schwarzenegger pero no Josep Lluis, como podían pretender que los catalanes se sintieran cómodos en este país.

Me encanta Euskadi, vivo en Madrid y uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia transcurre en el barrio gótico de Barcelona. Fuimos hasta allí a encontrarnos con un amigo exiliado en el norte de Europa y paseando, llegamos a una placita en la que había una orquesta. La gente que llegaba iba tirando sus bolsos y sus abrigos en una pila y formaba a su alrededor un corro para bailar “la sardana” que es un baile popular típico catalán (además de uno de los bailes más aburridos del mundo). Casi sin que nos diéramos cuenta la plaza se llenó de gente que bailaba. Desprendían un sentimiento de hermandad, emocionante. Estábamos en plena transición democrática y se estaba recuperando la cultura de estas regiones. Nos quedamos horas viendo a la gente bailar en círculos hasta que terminó la fiesta, contentos de haber asistido a ese espectáculo de identidad popular.

Pese a lo que me decía mi profesor, no denuncie a nadie por hablarme solo en catalán porque siempre he creído que aquí cabemos todos y que en la variedad esta el gusto.

jueves, 15 de julio de 2010

Saber ganar


El fútbol nos tiene acostumbrados a las tanganas de final de partido. Tangana: kilombo posterior al partido donde los jugadores de distintos equipos se enfrentan entre si o con el árbitro.

Nunca he visto que estas protestas cambien algún resultado. Ningún árbitro dice: “Tienen razón ese penal no fue, volvamos a jugar el minuto 20 del segundo tiempo”. Pese a eso, es bastante frecuente que profesionales curtidos no puedan reprimir su frustración, su desesperación por el partido perdido y sigan protestando después del pitido final.

Cuando pasa eso nos quedamos con la sensación de que el equipo que genera el lío no sabe perder. No pierde con dignidad, ni con bonhomía. Deja una imagen medio lamentable pues esto es un deporte y a veces se gana y otras se pierde, aunque sea injustamente.

Esa es una cara del fútbol, la del perdedor, pero también esta la otra, la del ganador y hay que saber ejercer ese papel. No sólo como jugador sino también como periodista, hincha fanático o seguidor.

España ha entrado, desde el 11 de julio, en el selecto club de las selecciones “grandes”. Me dirán que ya eran eso desde hace mucho y tengo una mala noticia: los periodistas deportivos les habían mentido. Hasta que la roja no ganó un mundial, no era así. Me diréis que ya había ganado la eurocopa, cosa que no carece de merito, pero les recuerdo que Grecia también y a nadie se le ocurriría decir que los griegos son grandes en el mundo del fútbol.

Los jugadores de la roja se portan como grandes desde hace mucho. Son gente que cuando gana se porta elegantemente con los vencidos y que cuando pierde, y esto es quizás más importante, también. Digamos que en ese plano tenemos los deberes hechos.

En el periodismo deportivo radial y televisivo, sería hora de aprovechar este buen momento futbolístico para conseguirnos unos locutores y relatores que relaten. Que la narración del partido no parezca, una reunión de amigos, en un bar cualquiera. Me conformaría con que, por radio, uno se pudiera enterar de por donde va el balón y lo que esta pasando en el terreno de juego. Unos tíos que hablan todos a la vez y que, cuando pasa algo, nos someten a una catarata sin sentido de gritos, no son relatores. No sé que son, pero seguro que no relatores. Les sugiero que escuchen el audio de la cadena ser del momento de la final en que un holandés le pega una patada en el pecho a Xabi Alonso y me digan en qué momento, el locutor se toma un minuto para contarnos qué esta pasando. Se escuchan cosas tipo: “Qué animal”, “Árbitro, roja”, “Ya esta bien, ya esta bien”. Todas dichas a la vez y sin ningún orden.

En la televisión, ya que ahora sois grandes, los locutores podrían dejar ese aire victimista y miedoso con el que relatan los partidos. Un ganador no cuenta las oportunidades perdidas: “Con el tiro en el palo hemos tenido 5 oportunidades que si hubieran entrado…” ¡¡Los casi goles no valen!! No suman puntos. Un ganador no vive quejándose del árbitro cuando pita mal y fingiendo demencia, cuando nos cobra a favor. Sobre todo, porque un locutor debería contar lo que esta pasando, lo más objetivamente posible.

Tampoco puede ser que el comentarista, que nos tiene que explicar lo que nosotros, neófitos, no vemos, se dedique a aconsejar a los que están jugando. Eso lo hago yo en mi casa, sentado frente a mi televisor y con una cerveza en la mano. “Pásala a Iniesta”, “Aquí, a la otra banda”. ¡¡Los jugadores no te escuchan!!! Estás en una cabina lejos y los únicos que escuchamos esos consejos estamos aun más lejos que tu.

Pero sobretodo, lo que nunca debería pasar, es que el especialista o cualquiera que este delante de un micrófono, reclame actitudes antideportivas a los jugadores. “Hazle falta que ahora ya no importa”,”Quédate tirado haciendo tiempo”. Hay niños que ven el fútbol y no es bueno que le transmitan valores equivocados. Menos mal que los jugadores no recurren a esos trucos sucios. Los trucos no son necesarios cuando se es grande, a menos que te llames Italia y te dediques al fútbol de mierda que hace, desde siempre, la “azzurra”.

Ser la afición de un equipo grande también lleva cierta responsabilidad.

No se puede, al otro día de ganar, seguir quejándose del árbitro. Ya esta, somos grandes y ganamos pese al referí. No hay que dedicarle ni dos segundos, ni acordarse de cómo se llama. Eso es para cuando pierdes ¿Cómo se llamaba el árbitro de la final del 86, mundial que ganó Argentina? Ni idea ¿Cómo se llamó el de la final del 90 que perdimos? Codesal ¿Ven la diferencia?

Tampoco se puede al otro día hacer comparaciones entre nuestro director técnico con el de los demás equipos por conceptos extradeportivos… Del bosque es humilde, peludo y suave… como Platero. Ahora y hasta dentro de 4 años es el mejor entrenador del mundo, por lo que sabe, por como planteó los partidos, por la inteligencia y la oportunidad de los cambios, por como llevó el equipo etc.

La humildad y lo buena persona que pueda ser, poco tiene que ver con el resultado. ¿Si hubiera sido eliminado por Paraguay con aquel penalti, dejaría de ser humilde y bueno? ¿Verdad que no?

Incluso hubiera seguido siendo un buen técnico pues el fútbol esta lleno de imponderables que te pueden dejar fuera del mundial. Se pueden comparar sus habilidades profesionales, eso es lo suyo: “Que bien que planteo el partido con Alemania, cuanto mejor que Capello o Maradona”. Mourinho es un técnico insoportable y no por eso sus equipos dejan de ganar. De hecho en el último enfrentamiento entre su equipo y el Barça le ganó el duelo a Guardiola que es el técnico “Buena persona” por excelencia (lo que no significa que Pep sea peor técnico, si no que perdió un partido)

Una última cosa. Ahora que la roja ha ganado un mundial, las expectativas para el próximo aumentarán enormemente. Hasta ahora si España caía en octavos era lo normal. Si llegaba a cuartos era un exitazo y una semifinal era la gloria eterna. Ya no. Ahora caer en primera vuelta será una vergüenza y todo lo demás será un fracaso. Ahora sólo queda ganar o ser el subcampeón. Todo lo demás traerá la exigencia de responsabilidades, el fracaso como grupo y todas esas tonterías que dicen los buitres que rondan el deporte rey. Si no me creen fíjense en la selección Argentina. Salió quinta, el mejor resultado desde 1990 y la sensación que tiene todo el mundo es que fracasó…

¡Es que ser un grande también tiene sus desventajas!!!

miércoles, 7 de julio de 2010

Carta de amor


No me arrepiento de este amor/ aunque me duela el corazón…

Gilda.

Maradona llora.

Acaba de terminar la final del mundial 90 y Alemania nos ganó por un penal injusto.

La selección jugaba horrible y llegamos al final por una combinación de “huevo”, suerte y algunas genialidades del propio Maradona. Fue un mundial heroico. Los italianos nos silbaban el himno y al Diego; Brasil nos cascoteo el rancho hasta que una genialidad del diez y un remate final del pájaro Caniggia los dejó afuera; Eliminamos a los italianos en la tanda de penaltis con un portero que nunca más rindió igual.

Todo apuntaba a que, sin merecerlo por nuestro juego, fuéramos campeones. Típica historia de película yanqui en el que superando todas las dificultades imaginables, llegamos a la cima y el muchachito se lleva a la rubia más linda y jefa de las animadoras.

Pero esta es una historia argentina y el muchachito era un negrito petiso y en la final un árbitro decidió que el campeón tenía que ser Alemania. No hubo rubias buenísimas repartiendo besos apasionados sino lágrimas por todas partes. Para que no se le olvide a nadie, el árbitro se llama Codesal.

Maradona llora.

En un de los peores momentos de mi vida y viendo la final en un televisor blanco y negro de 14 pulgadas, se me estruja el alma por verlo llorar. Tiene el tobillo como un melón de las patadas que le han dado y ha jugado infiltrado medio mundial.

Cuando Diego habla de proteger a Messi lo hace porque sabe qué significa ser un imán para las patadas de jugadores que no te llegan a las rodillas. De personas que, con un poco de suerte, pasarán a la historia por los golpes que le dieron al mejor del mundo, o al mejor de todos los tiempos.

Seguí el mundial con un interés digno de mejores causas y el final triste me mata. Diego llora y yo, que no lo conozco más que de la tele, sufro como si fuera de mi familia. Veo al mejor de todos los tiempos sufrir como un hincha más y la historia de amor, que empezó en aquella cabalgata infernal hasta el GOL más famoso de los mundiales, se reafirma, se consolida, se vuelve indestructible.

Amo a Maradona desde entonces y quería que ganara Argentina este mundial por la selección, porque en el fútbol es en uno de los pocos lugares donde tengo una sola patria, y por el Pelusa. No necesariamente en ese orden.

Amar a Maradona no es fácil. No es Pep Guardiola, que hace todo bien, no es Redondo que siempre es coherente, tampoco es Valdano que habla difícil pero termina explicándose. Es el Diego que cada dos por tres mete la pata y dice algo que mejor no decir, aunque lo sientas en el corazón y tengas razón (Passman la tenés adentro igual, más allá del 4 a 0 que nos metió Alemania). Maradona se drogó, engordó hasta lo indecible, estuvo internado en un psiquiátrico, se equivocó en su vida muchas veces… pero ahí sigue este amor.

Sufriendo como se sufre con un hijo que mete la pata y al que sabes que no se la van a perdonar, al que sabes que hay un montón de gente esperando para hacerle sangre. Al que ves exponerse una y otra vez y pensás: ojalá te salga bien porque sino te van a hacer mucho daño…

Creo que por eso Diego es más que un jugador, un director técnico o una leyenda. Era un condenado a cagarse de hambre, a terminar tirado y viviendo de la caridad de alguien más formado, con más suerte. O si no, un converso, un dócil. Y no, no ha sido nunca así y no se lo perdonan. Lo esperan como esperan los leones a un animal herido para rematarlo.

Cuando cae (por goleada) y piensan que ya es suyo, que lo podrán linchar a placer y que podrán volver a llamarlo gordo, drogadicto, inútil, mandarlo al museo de los héroes sin contenido, la gente lo rescata.

El amor de un pueblo muy particular y muy agradecido lo rescata. Lo salva yéndolo a buscar, literalmente, al aeropuerto cuando venia con la cola entre las patas.

Si ganara siempre, si hiciera todo bien, si se ganara la vida vendiendo remedios contra la impotencia como hace el tío Tom del fútbol, seguramente no lo querríamos tanto. Seria un lindo recuerdo pero nunca esta pasión.