miércoles, 1 de diciembre de 2010

Mi amigo, el nazi y yo

Con los años me he vuelto un tanto huraño. Cada vez estoy menos sociable y es raro porque de más joven, era la alegría de la huerta… bueno, conozco alguna gente que podría desmentir esta idea pero que escriban su propio blog ¿no?
No me gustan las muchedumbres, no me gusta comer fuera de casa por el ruido que suele haber en los restaurantes, no me gusta dormir en otro sitio que no sea mi cama y me da una vagancia espantosa, conocer gente. Las relaciones sociales han quedado a cargo de mi mujer, ella dice a donde vamos y con quien socializamos. Lo mismo pasa con los regalos de cumpleaños, la decoración de la casa y las llamadas a mi familia… ¿Les pasa eso a todos los hombres, o es sólo mi caso? La cuestión es que básicamente sólo soporto a mi mujer y a mis hijos y eso, en los días buenos.


En cuestión de amigos, cuando uno vive fuera de su país, ser coterráneo da puntos. Lo que en Argentina pasaría completamente desapercibido, en el exterior, es el primer paso para una relación. Tenemos la fantasía de que compartir algunos códigos nos une. Como si tomar mate, saber quienes son los gallinas y no decir: “El Boca juniors” fuera suficiente para una amistad. Muchas veces te das cuenta que eso no alcanza, nada más verlos. Dicen alguna cosa que te distancia irremediablemente, por más que te esté pasando un panqueque con dulce de leche.
En mi caso, son muchas las cuestiones que marcan una raya por la que nadie puede atravesar: Maradona, los milicos, River, Riquelme etc. Me he equivocado varias veces, y en una segunda mirada, resulta que, aunque es de River, odia a Maradona y es vegetariano, es buena persona… difícil, pero puede pasar. Desde que un amigo me descartó por derechista en nuestra primera conversación, suelo dar una segunda oportunidad. El nivel de tolerancia con otros argentinos sube de forma proporcional a la nostalgia. Podemos decir que, en el extranjero, te relacionas con gente a la que, en Argentina, no tocarías ni con un palo.

El tema es que todos esos puntos clave, no siempre surgen en la primera conversación y te das cuenta de que jamás serías amigo de esos tipos, en Argentina, cuando ya les tenés cierto cariño. A veces es un clic interior, que casi se puede escuchar, y que te dice que cuando salgas por esa puerta, será la última vez que los veas.

Otras veces, es de a poco. Primero descubrís una cosa, otro día otra y así hasta que la cosa se apaga, se consume.

En ocasiones, lo superás y tomas esa amistad como lo que es: la necesidad de compartir unos mates con alguien, un escape para la soledad y la nostalgia. Sabes que no durará mucho, por lo menos no resistirá la vuelta al pago, pero tampoco tenés muchas expectativas. No es propiamente una amistad, más bien es un “acompañamiento”.

Lo verdaderamente malo es cuando no te diste cuenta de nada y llevas un tiempo viéndote. Esto, para colmo de males, suele pasar cuando te juntaste a comer asado, pizza o empanadas. Cuando estas disfrutando de unas de esas comidas, que en el país pasan desapercibidas y fuera, son un manjar de los dioses. Justo en ese momento, pasa algo, dicen algo y la comida se te queda en el cogote para siempre. Algo como: “Me tienen podrido con la dictadura”, basta para que ese asado que esperas desde hace un mes, termine teniendo gusto a papel de lija. Terminás la comida (un asado sigue siendo un asado) y te vas sin mirar atrás, mientras borrás los teléfonos de tu móvil.

Un amigo recién llegado, me había invitado a la inauguración de su casa. Se había venido con una mano atrás y otra adelante, y había tenido la suerte de encontrar un buen trabajo. Su jefe le había dado una mano con los papeles y con el alquiler de la casa, así que ahí estábamos, celebrándolo. En la reunión, terminé en un corro con un par de flacos que, por pinta, no tenían nada que ver conmigo pero parecían simpáticos. Estábamos compartiendo unos vinos y en eso salió el tema de Priebke. Un criminal de guerra nazi, que se había refugiado en Bariloche. Comenté que había visto en el diario un mapa de Bariloche donde se destacaban los lugares de reunión  alemanes, y se sospechaba que había nazis. El mapa daba un poco de miedo pues parecía que había más nazis que gente. El club Alemán, el colegio Alemán, el circulo Alemán… Terminé de hablar y noté que pasaba algo. Uno de los muchachos comentó indignado que todo era mentira.  Que él era de Bariloche y había estudiado en el Colegio Alemán, “y nada que ver”.
-         ¿No? Y cómo era
-         Nos inculcaban los valores humanos, el respeto,  la democracia bla, bla, bla, además Priebke era mi tutor bla, bla ,bla
¡Conocía, y parecía querer, a semejante hijo de puta!!! Así que le pregunte lo obvio.

-         ¿qué sentiste cuando te enteraste de que era un nazi asesino, hijo de mil putas?
-         Bueno, era una guerra, bla, bla, bla, era muy joven, bla, bla, bla, lo llamo de vez en cuando al convento donde esta detenido. Bla, bla , bla

El tipo estaba justificándolo con los argumentos que siempre se utilizan en estos casos. El corro de gente se había hecho más grande, tal vez porque yo ya hablaba en un tono elevado. Mire alrededor con la esperanza de que el resto de los asistentes pensaran lo mismo que yo, y a una voz, lo tiráramos por el balcón, pero no pasó. No sé si la gente no entendía lo que el tipo decía, o si estaban esperando que empezara yo para luego sumarse, pero lo cierto es que el tipo defendía al nazi y nadie hacía nada. Me fui acomodando para que cuando terminara de hablar, estuviera a tiro del derechazo que crecía en mi interior. Así que mientras decía “aja”, “aja”, me iba girando para buscar un buen ángulo. No sabía si le ganaba en una pelea, dado mi estado físico lamentable y la pinta de deportista del  Barilochense, pero una buena trompada se iba a comer.
Cuando estaba diciendo aquello de: “él sólo obedecía órdenes…” y yo pensaba: “de esta te quedas sin dientes, nazi de mierda”, apareció mi amigo.
Una aclaración. Mi amigo, es uno de esos amigos de verdad, de esos que te conocen y te quieren pese a todo. Con solo mirarme se dio cuenta de lo que estaba a punto de pasar. Lo vi y lo miré como diciéndole: lo siento, pero la fiesta se va al carajo.
                        -Gallego, veo que conociste a mi jefe
Me quedé duro. No lo podía creer. Este era el que le había dado una mano y al que mi amigo le debía tanto.
Como Pedro navaja en la canción, cerré el puño dentro del gabán y disimulé. En ese momento tome una decisión, de la que a veces me arrepiento: no le pegué. Me quedé en el molde y llevé la conversación a temas menos polémicos, cosa difícil, porque además de filo nazi, el muchacho era un tonto de campeonato. Hablamos un rato más y me fui silbando bajito.
Mi amigo nunca me ha dado la otra versión de este encuentro, la de su jefe. No sé si este supo lo que pasó, o estuvo a punto de pasar. En realidad no hablamos mucho del tema.

No le pegué porque cuando uno tiene un amigo de verdad, parte de esa amistad es hacerse cargo de la realidad del otro, de los problemas del otro. Cuidarle los hijos una noche para que salga de marcha, esperarlo en el aeropuerto un domingo a las 6 de la mañana, para que cuando vuelva al duro mundo de la emigración, por lo menos vea una cara amable, o no pegarle a su jefe nazi para no causarle problemas.
Lo mismo ocurre en la otra dirección. Espero eso de mis amigos.
No quiero amigos a los que no les pueda pedir nada pero tampoco quiero amigos que no me pidan nada a mí. Si he brindado mi amistad es para lo bueno, pero también para llorar juntos si toca, y para que me molesten cuando necesiten.

jueves, 12 de agosto de 2010

Cuando fui embajador


El día que llegamos a México, en nuestra primera escala del exilio, nos alojamos en un hotel de mala muerte llamado “Pancuco”. No sé por qué, en este hotel, el lavatorio estaba dentro de la habitación y el resto del baño, afuera. Eso me llamó la atención así que lo primero que hice fue lavarme las manos y secarme con la toalla del hotel. No debí lavármelas bien porque la toalla quedo toda negra. Mi padre me vio y lo único que me dijo fue:
   - ¿Cómo haces esto? ¿Qué va a pensar ahora el hombre del hotel sobre lo argentinos? ¡Que somos unos mugrientos!!!

Me quedé un poco asombrado. Pensé que, en todo caso, el del hotel pensaría que nuestra familia era la mugrienta y no, todos los argentinos… Algo me dijo que ese comentario no me iba a ayudar mucho con mi padre así que lo guardé para mí. Pero me quedé con la idea: desde ese momento era una especie de embajador de la Argentina en el mundo y tenía la responsabilidad de que nadie pensara mal de mi país por mi culpa. Cada cosa que hiciera desde ese momento en adelante, tenía que ser sometida a un riguroso análisis para ver cómo hacía quedar a la patria.
La consecuencia de eso fue que me dediqué a hacer el bien. No decía malas palabras, era el primer alumno de mi curso, no peleaba, no faltaba y me esforzaba mucho en los deportes. Fuera de la escuela era un buen vecino, un buen amigo y buen hermano. Ayudaba al que lo necesitara e intentaba ser todo lo cívico que se podía ser.
El tiempo fue pasando y nos mudamos a España. Seguía con mi política de hacer el bien y, aunque jamás le había contado a nadie por qué lo hacía, me parecía que la razón caía por su propio peso. Como es de imaginar mis padres nunca se quejaron de su hijo modelo, todo lo contrario me alentaban cada vez que podían.
Al cabo de unos años surgió un problema: ¡ya no hablaba como argentino! Nadie se daba cuenta de que el que estaba realizando una buena acción era un hijo del Río de la Plata!!! Si ayudaba a una señora mayor a cruzar la calle, la señora no notaba mis orígenes sudamericanos y eso anulaba mi tarea de representar a los argentinos ante el mundo. Vino al rescate un libro Soviético sobre la guerra mundial. En él, cada vez que los soldados rojos, que eran los buenos, hacían algo heroico, o valiente y los felicitaban por ello, gritaban: “Sirvo a la Unión Soviética”. No entendía muy bien por qué gritaban eso pero el grito me dio una idea. Cuando ayudaba a una vieja a cruzar la calle y me decía gracias, yo respondía con el grito de: “sirvo a la Republica Argentina”
La gente me miraba un poco raro pero pensé que era por la sorpresa, que se les pasaría. El problema fue cuando la profesora de castellano me felicitó por un sobresaliente y yo respondí con mi grito de triunfo…. Llamó a mis padres. No sé bien qué les dijo pero no salieron contentos de la reunión, nada contentos… Mi padre, en cuanto llegamos a casa me dijo:
   - ¿Por qué das ese grito? ¿Querés que piensen que todos los argentinos somos unos locos?¿Eso querés?

No, definitivamente no quería eso. No les pregunte a mis padres cómo tenía que hacer para que la gente notara que era argentino porque me pareció que si lo decía cobraba, así que me puse a pensar de nuevo. Esta vez la que vino al rescate fue la escarapela. Un distintivo pequeño con los colores de la bandera que sólo se lleva en fechas de guardar y que yo llevaba todos los días.
Mi padre un día me preguntó por qué la llevaba siempre a lo que yo respondí:
- Es que soy muy nacionalista papá.

      Se emocionó el viejo. Con lágrimas en los ojos me abrazó y me juró por lo más sagrado que volveríamos a habitar suelo patrio pronto, muy pronto.
Y ese momento llegó. Se acababa la dictadura y nosotros preparamos el regreso. Para eso necesitábamos papeles argentinos, cosa de la que carecíamos. Como ya era mayorcito me tocó ir al consulado a conseguir mi pasaporte, DNI y mi cedula de la policía federal.
Llegué al consulado y había una cola terrible de gente que iba a buscar lo mismo que yo. Parecía que todos los exiliados habían ido ese día, también parecía que los empleados del consulado nos odiaban. Bueno, eso no parecía, eso era obvio. Las pocas veces que había tenido que ir a intentar hacer algún trámite, me habían tratado como a un sospechoso, un subversivo apátrida, un leproso. Los funcionarios se escondían detrás de unos tabiques oscuros e iban llamando por un riguroso orden injusto a quien se les cantaba. Cinco horas después llegó mi turno.
La mujer, que aún hoy sigue en el consulado (para los que dicen que en Argentina no hay nada estable) me trató como si le diera asco. Me tomó las huellas, me cobró, me hizo hacerme fotos y me dijo que volviera en nueve meses. Un embarazo después, volví. Primero recibí mis papeles y comprobé que todo estaba en orden y que no iba a necesitar nunca más del concurso de dicha funcionaria. Una vez comprobado esto le dije:

   - ¿Usted sabe lo mal que hace quedar a los argentinos, que el consulado funcione tan mal? ¿Se hace una idea de lo que van a pensar los españoles de nosotros?
La mujer pareció pensarlo y me contestó:
       - Acá no viene ningún español, son todos argentinos, así que no hacemos quedar mal al país ante nadie. Los que vienen ya saben cómo es la cosa.
Touche, tenía razón. Ningún extranjero presenciaba lo que pasaba entre esas paredes de la legación argentina. No había ante quien quedar mal, ningún extranjero pensaría nada malo de nosotros porque, simplemente, no se enteraban. La mujer me miraba triunfante.
              - Tiene razón, no lo había pensado- dije
- Es que hay que pensar en todo antes de hablar, señoritoooo
              - Tiene razón y aprovechando eso: porque no se van usted y toda esta           manga de hijos de remilputas, cómplices de la dictadura a la mismísima mierda….

Todos los insultos que me había guardado en esos años de vida en el extranjero vinieron a mi boca. La insulté hasta que llamaron a la policía española. Pensaba que el consulado era suelo patrio, pero parece que no porque me agarraron dos policías y me sacaron en andas a la calle. No ofrecí ninguna resistencia, incluso me había callado en cuanto los vi ¿Qué iban a pensar de los argentinos esos policías, si nos veían a los gritos nada menos que en el consulado? Los policías me soltaron en cuanto me vieron calmado y me dijeron que si quería protestar contra la dictadura en la calle, que les parecía bien. Me dieron las buenas tardes y se fueron.
La mujer del consulado me había dado una idea. Si volvíamos al país ya no representaría a nadie, podría ser yo mismo… se me antojaba un sueño por lo que insistí a mi padre para volver lo antes posible y así fue. Salieron los milicos por una puerta y entramos nosotros por la otra.
¡Por fin era yo! Me hacía la rata (peyas en castellano ibérico), insultaba en público, escupía en la calle, no ayudaba a nadie, no me bañaba, me peleaba a hostias a la menor ocasión… Comencé a beber y a tomar varias clases de drogas a la vez… Tenia sexo sin amor y jamás prestaba dinero… me sentía libre. Libre para ser el tipo despreciable que siempre había querido ser.
Un día, en la fila que armábamos los alumnos antes de entrar a clase, estábamos haciendo lo de todos los días, pegándonos y empujándonos. En un momento, en un movimiento exquisitamente eficaz, agarré a un compañero del cuello con una mano, con la otra lo tome del brazo, lo obligué a doblarse por la cintura y con un giro, puse mi culo en su cara, justo a tiempo para tirarme un sonoro pedo… el público me aclamaba. Sin duda, era el rey del día. Levanté los brazos e hice una reverencia a mis compañeros que aplaudían la gracia, coreando: “gallego, gallego”. El damnificado me miro con odio y dijo:

- ya me habían dicho que los gallegos eran todos unos asquerosos

Mis compañeros se lo llevaron, reprochándole su falta de humor y, poco a poco, fueron avanzando con la fila hacia la clase. Todos menos yo. Me quede duro en medio del patio, petrificado, me quede solo mientras el resto del colegio entraba y, si no fuera porque me llevaron castigado a dirección por no ingresar a la clase, todavía estaría ahí… Una losa de quinientos kilos me había caído en la cabeza y sentía como me iba aplastando poco a poco.

No, no podía permitir que la gente pensara eso de los españoles…

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Y el pluralismo? ¿Donde esta el pluralismo?



En España existe un abanico de periódicos que va desde la izquierda del PSOE hasta la derecha y más allá. Cada uno es el buque insignia de un grupo mediático y todos los lectores saben más o menos cual es la postura del medio que lee, ve o escucha. Se puede adivinar aproximadamente la postura política de alguien según el periódico que esté leyendo.

Supuestamente con esto estaría cubierto, más o menos, el espectro político del país y tendrían lugar todas las voces… Pero hay temas en los que todos los medios tienen una unanimidad que asusta. Temas en los que ninguno se escapa de una línea común.

En ningún medio sale nunca, pero nunca, nunca, una nota que hable bien de algún presidente latinoamericano que no sea Álvaro Uribe. No importa que la situación de los DDHH en Colombia sea un desastre, que medio parlamento estuviera involucrado en el escándalo de la para-política y que la mano derecha del presidente colombiano se refugiara en una embajada para evitar que lo metieran preso por sus tratos con el narco y los paramilitares. Uribe, que recibió el premio Príncipe de Asturias el año pasado, goza de muy buena prensa por estos lares.

Alan García, tiene mejor prensa que el resto, pero lejos del amor que tienen por el colombiano. Supongo que paga los “pecaditos” de su primer gobierno: unos millones que se perdieron por ahí, matanzas de presos y campesinos por allá.. Veremos qué ocurre con Piñera en Chile, o con Santos cuando asuma.

De los Kirchner lo único que sale es que se han hecho ricos y que persiguen a la prensa. Se mencionó algo de los hijos “adoptivos” de la señora de Noble pero solo como una excusa de este matrimonio (gobiernan en dupla, obviamente) para perseguir a la prensa.

De Evo sale que persigue a los directivos de Repsol-YPF y lo que dijo sobre comer pollo con hormonas.

De Ortega que es un dictador Sandinista y que tiene líos de faldas.

Correa sale poco, es malo, pero solamente de refilón, medio amigo de las FARC y de Chávez.

El presidente de Venezuela es la bestia negra, el ogro. Lo llaman dictador, caudillo, golpista, corrupto, incluso he escuchado que lo llamaran mono. Un día lo ponen prohibiendo a los Simpson, al otro colaborando activamente con las FARC, cerrando medios, saludando a Fidel (al que llaman dictador todos, pero parece que últimamente el líder cubano da menos juego que el bolivariano). Sin dudas el que se lleva el premio de la prensa es Chávez.

La diferencia entre las distintas líneas editoriales es sutil. Los periódicos de derechas utilizan adjetivos más fuertes, más descalificadotes y los de izquierdas un poco menos graves, pero todos dicen lo mismo. Parece que América esta invadida por un populismo autoritario que nos llevará a todos al abismo.

¿Por qué ganan las elecciones estos monigotes autoritarios, populistas y antipáticos? ¿Qué medidas toman para engañar a sus pobres pueblos que los votan? ¿Qué les dan?

El problema es que a nosotros, lectores de a pie, no nos llega nunca información. Ningún articulo que nos cuente alguna de sus medidas económicas, políticas o ,incluso, deportivas. Si nos preguntaran, tendríamos que decir que no tenemos ni idea de lo que hacen esos gobiernos más allá de su “actividad maligna”.

Después de tanta propaganda, no queda más que eso, propaganda.

¿Será eso la libertad de expresión?

lunes, 26 de julio de 2010

¿Cuantas Españas hay?





La derecha mira España desde hace siglos y no la ve . Ve un país en el que se habla un solo idioma y hay una sola cultura y, desde luego, una sola nación.

No acepta una de las cosas más lindas que tiene este país, la diversidad.

Esta España parece ser invisible para algunos y un motivo de ofensa para otros.

Estoy hablando de la existencia en este estado, de unas regiones o autonomías que hablan y piensan en otro idioma, que tienen algunas cuestiones culturales comunes al resto de España y otras no.

Hablo de los vascos, los catalanes y los gallegos. Dentro del grupo “catalán” se podría incluir a la comunidad de Valenciana y a las Islas Baleares. Dentro de la “realidad vasca” habría que incluir, por lo menos, al norte de la provincia de Navarra.

Estas situaciones nacionales tienen su justificación, su historia, pero lo más importante, en mi opinión, es que existen y es tontería negarlas.

Uno de los lemas de la dictadura de Franco era: “España, una, grande y libre”. Durante la guerra las fuerzas fascistas decían que preferían una España roja antes que rota.

En la primaria tenía un profesor que siempre nos decía: “si vais a Cataluña y alguien se niega a hablaros en castellano, podéis denunciarlo a la policía”. Lo cómico era que siempre que decía eso, manteníamos el mismo dialogo: “Hombre, no voy a estar denunciando a alguien porque no me hable en castellano”. El profesor se ponía histérico y casi echando espuma por la boca repetía como un loco: “es su obligación, es su obligación…” A mi me parecía gracioso, pero a otros compañeros les parecía bien lo que decía Don Fernando. Hoy por hoy, me sigo cruzando con gente que dice que si esto es España deben hablar en español.

La contable de la empresa tenía una boda en Bilbao, Euskadi

- Voy y vuelvo en el día

- Son 800 km. ¿Por qué vuelves el mismo día?

- ¿No quieren ser españoles? Pues no me dejo ahí ni un euro…

Al ex presidente del Barcelona FC le preguntaron si quería que España ganara el mundial. Se lo preguntan para ponerle en el aprieto de tener que decir que desea que España gane, lo que perjudicaría bastante su imagen, o hacer filigranas para no decirlo. El hombre no defraudo: “voy con las selecciones que tienen jugadores de Barça”.

Así de duro es el tema y también, increíblemente, así de actual.

Nótese que nuestro idioma ahora no se llama más castellano (que era el nombre con el que me lo presentaron cuando era un niño), ahora se llama “Español” , como si no fueran idiomas españoles el Catalán, el Gallego y el Euskera. Como si no hubiera lenguas co-oficiales en el estado.

Durante la dictadura el Euskera estaba prohibido, lo mismo que la ikurriña (bandera vasca). Fue tanta la represión que, cuando volvió la democracia, hubo que darse una política muy especifica para recuperar el euskera porque casi había desaparecido. Prohibirle a alguien hablar su idioma materno es un crimen abominable y sin esto no se entiende por qué el idioma, en lugar de una forma de comunicarse, se transforma en una herramienta arrojadiza y en una toma de postura política. Decir Donosti en lugar de San Sebastián, o Gazteiz en vez de Vitoria es toda una declaración de intenciones.

Se intentó hacer una homogenización de este país a palazos. En el congreso de los diputados, 30 años después de recuperada la democracia, los parlamentarios vascos, catalanes y gallegos no pueden hablar en sus idiomas. Tienen permitido un breve saludo y luego deben volver al castellano. En el Senado se aprobó hace bien poco que los senadores hablen en cualquiera de los idiomas oficiales del estado. Para alguna gente esto es tan ofensivo, que hasta consiguieron una prohibición del uso de estos idiomas en el Parlamento Europeo.

Un europarlamentario catalán comenzó a hablar en un idioma que no era el castellano, le dijeron que no podía hacerlo en Catalán, el legislador explicó que no estaba hablando en Catalán, sino en Alemán que esta permitido. Así que se dio la paradoja de que un español podía hablar en Alemán pero no en Catalán.

Uno siente natural simpatía por el derecho de los pueblos a expresarse según su cultura, pero es cierto, que si vives en alguno de estos sitios y eres emigrante, el tema puede resultar pesado. En Cataluña en las escuelas los niños son educados en catalán salvo que los padres pidan lo contrario y aun así, no está tan claro que puedan. Este es uno de los caballitos de batalla de la derecha centralista: el derecho a educar a los niños en Castellano. Como si esta fuera la lengua que está en peligro.

Un amigo mió tiene a su hijo en un jardín de infantes y la maestra le dijo que tiene prohibido hablarle a los niños en otro idioma que no sea el Catalán. No pasa demasiado porque el niño es bilingüe en muy poco tiempo: habla Catalán en el colegio y Castellano en casa. Dicen que es mejor así, que los niños bilingües tienen más facilidad para aprender nuevos idiomas, pero a mi amigo esto le da por las bolas con justa razón. Si tiene que hacer algún trámite en el ayuntamiento le dan los impresos en Catalán pese a que están obligados a darlos en los dos idiomas etc.

Una amiga que vive en Euskadi se internó, literalmente fue a un internado, porque quería conseguir un trabajo para el cual le pedían Euskera, se pasó un año allí y , al final, no tenía el nivel exigido, que era mucho más del que tienen el común de los vascos.

En algunos lugares particularidades nacionales parecen llevarse mejor. Valencia es un feudo del Partido Popular, también es donde más casos de corrupción le han descubierto pero eso es otra historia. El idioma es el “Valenciá”, un idioma de raíces catalanas. Los valencianos tienen un fuerte sentimiento de españolidad, se reivindican españoles sin el menor rubor. Incluso tienen su propia pelea con Cataluña para no ser considerados uno de los países catalanes. En este caso el idioma no es un tema tan polémico.

Me pasó de encontrarme un niño, de unos tres años, por la playa que me hablaba de una forma que yo no entendía. Primero pensé que no le entendía porque hablaba la media lengua de los niños pequeños, hasta que apareció la madre y me aclaro que el niño no hablaba castellano. “Como todavía no va a la escuela y en casa no lo hablamos … “. Nunca la derecha se ha manifestado en Valencia en defensa del “Español” como suele hacer en Galicia, Euskadi, o Cataluña.

Cuando se agita el fantasma de la disolución de España para llamar a filas a la derecha más recalcitrante, nunca se habla de Valencia, Baleares o Galicia.

Los nacionalismos periféricos suelen estar abanderados, mayoritariamente, por partidos de derecha o centro derecha. Una derecha más social, menos salvaje que la centralista pero derecha al fin. Salvo el nacionalismo gallego que nació de izquierda, el “Partido Nacionalista Vasco” (PNV) y “Convergencia y Unió” (CiU) son expresiones de la burguesía vasca y catalana, las más poderosas y desarrollistas de toda España. Digamos que también son expresiones de sectores que ven como un lastre el resto del estado y el reparto solidario de fondos. Ninguno de estos dos partidos es independentista, más bien se dedican a pedir más autogobierno y más pastel del reparto de fondos. Los partidos independentistas son minoritarios y son el ala más izquierdista de este espectro político.

El caso gallego es distinto, pues siempre ha sido una zona pobre y el idioma no era bien visto por la burguesía gallega. El padre del nacionalismo gallego, Castelao, nunca habló de independencia si no de republica federal, estuvo exiliado en Argentina después de la guerra civil y decía que no se podía ser nacionalista sin ser antifascista. En la Comunidad Gallega gobierna el PP y también ha sido su feudo durante toda la democracia.

Estos partidos suelen tener en el Parlamento Nacional, por el sistema electoral español, una fuerte presencia. Tienen bloques propios más grandes que, por ejemplo, Izquierda Unida que saca más votos a nivel nacional. Gracias a esto, más de una vez han sido los que mantenían o dejaban caer el gobierno. Han sido fuerzas decisivas durante alguno de los gobiernos de Felipe González y de José M. Aznar, lo que les permitió muchas veces conseguir prebendas para sus comunidades. A la hora decisiva, cuando las papas queman, ningún político español, por muy centralista que sea, tiene ningún empacho en negociar con los nacionalistas y viceversa. Se han visto matrimonios extraños como el de Aznar que aseguraba que hablaba Catalán en la “intimidad”, con CIU.

El gobierno de Zapatero se debilitó considerablemente al desalojar del gobierno autonómico a estos dos partidos que llevaban allí más de 30 años. En Euskadi lo hizo con el apoyo de PP, veremos si esto le pasa factura en las próximas elecciones autonómicas. En Cataluña con la versión local de Izquierda Unida, y Ezquerra Republicana, un pacto menos contra natura que el de Euskadi.

Hay permanentemente en la política y en la vida cotidiana de este país, un conflicto latente entre los que quieren conservar sus particularidades y los que no quisieran que estas particularidades existan. Lo curioso es que la derecha centralista, la que pone la unidad de España como algo intocable, es la que genera más división. Este conflicto toma diversas formas y tiene distinta intensidad según la necesidad de los políticos de turno. Aznar tiró de esta cuerda todo lo que pudo para presentarse como el adalid de la unidad española antes de unas elecciones. Los políticos “nacionalistas” se vuelven más “antiespañolistas” según van las encuestas. El mismo que le dio la llave del gobierno al PP, se puede presentar al otro día como si fuera casi un independentista. Creo que hay unas bases del estado de las autonomías que nunca podrían volver atrás. Es inimaginable que se retroceda en el autogobierno, o en el reconocimiento de su idioma como lenguas co-oficiales pero esto no quiere decir que el problema, incluso en la calle, haya desaparecido.

Un político de Ezquerra Republicana, un partido catalán independentista que últimamente, ha conseguido ciertos éxitos electorales, va a un programa nacional donde un panel de ciudadanos hace preguntas. Se llama Josep Lluis Carod Rovira pero varios de los participantes se dirigen a él como “José luís”. Cuando él les dice que no se llama así sino Josep, le dicen que no saben catalán. El político responde con una frase que se vuelve un clásico: “no hace falta saber catalán, me llamo así aquí y en la China popular” para luego agregar que si los españoles habían aprendido a decir Shevarnadze, o Schwarzenegger pero no Josep Lluis, como podían pretender que los catalanes se sintieran cómodos en este país.

Me encanta Euskadi, vivo en Madrid y uno de los recuerdos más bonitos de mi infancia transcurre en el barrio gótico de Barcelona. Fuimos hasta allí a encontrarnos con un amigo exiliado en el norte de Europa y paseando, llegamos a una placita en la que había una orquesta. La gente que llegaba iba tirando sus bolsos y sus abrigos en una pila y formaba a su alrededor un corro para bailar “la sardana” que es un baile popular típico catalán (además de uno de los bailes más aburridos del mundo). Casi sin que nos diéramos cuenta la plaza se llenó de gente que bailaba. Desprendían un sentimiento de hermandad, emocionante. Estábamos en plena transición democrática y se estaba recuperando la cultura de estas regiones. Nos quedamos horas viendo a la gente bailar en círculos hasta que terminó la fiesta, contentos de haber asistido a ese espectáculo de identidad popular.

Pese a lo que me decía mi profesor, no denuncie a nadie por hablarme solo en catalán porque siempre he creído que aquí cabemos todos y que en la variedad esta el gusto.

jueves, 15 de julio de 2010

Saber ganar


El fútbol nos tiene acostumbrados a las tanganas de final de partido. Tangana: kilombo posterior al partido donde los jugadores de distintos equipos se enfrentan entre si o con el árbitro.

Nunca he visto que estas protestas cambien algún resultado. Ningún árbitro dice: “Tienen razón ese penal no fue, volvamos a jugar el minuto 20 del segundo tiempo”. Pese a eso, es bastante frecuente que profesionales curtidos no puedan reprimir su frustración, su desesperación por el partido perdido y sigan protestando después del pitido final.

Cuando pasa eso nos quedamos con la sensación de que el equipo que genera el lío no sabe perder. No pierde con dignidad, ni con bonhomía. Deja una imagen medio lamentable pues esto es un deporte y a veces se gana y otras se pierde, aunque sea injustamente.

Esa es una cara del fútbol, la del perdedor, pero también esta la otra, la del ganador y hay que saber ejercer ese papel. No sólo como jugador sino también como periodista, hincha fanático o seguidor.

España ha entrado, desde el 11 de julio, en el selecto club de las selecciones “grandes”. Me dirán que ya eran eso desde hace mucho y tengo una mala noticia: los periodistas deportivos les habían mentido. Hasta que la roja no ganó un mundial, no era así. Me diréis que ya había ganado la eurocopa, cosa que no carece de merito, pero les recuerdo que Grecia también y a nadie se le ocurriría decir que los griegos son grandes en el mundo del fútbol.

Los jugadores de la roja se portan como grandes desde hace mucho. Son gente que cuando gana se porta elegantemente con los vencidos y que cuando pierde, y esto es quizás más importante, también. Digamos que en ese plano tenemos los deberes hechos.

En el periodismo deportivo radial y televisivo, sería hora de aprovechar este buen momento futbolístico para conseguirnos unos locutores y relatores que relaten. Que la narración del partido no parezca, una reunión de amigos, en un bar cualquiera. Me conformaría con que, por radio, uno se pudiera enterar de por donde va el balón y lo que esta pasando en el terreno de juego. Unos tíos que hablan todos a la vez y que, cuando pasa algo, nos someten a una catarata sin sentido de gritos, no son relatores. No sé que son, pero seguro que no relatores. Les sugiero que escuchen el audio de la cadena ser del momento de la final en que un holandés le pega una patada en el pecho a Xabi Alonso y me digan en qué momento, el locutor se toma un minuto para contarnos qué esta pasando. Se escuchan cosas tipo: “Qué animal”, “Árbitro, roja”, “Ya esta bien, ya esta bien”. Todas dichas a la vez y sin ningún orden.

En la televisión, ya que ahora sois grandes, los locutores podrían dejar ese aire victimista y miedoso con el que relatan los partidos. Un ganador no cuenta las oportunidades perdidas: “Con el tiro en el palo hemos tenido 5 oportunidades que si hubieran entrado…” ¡¡Los casi goles no valen!! No suman puntos. Un ganador no vive quejándose del árbitro cuando pita mal y fingiendo demencia, cuando nos cobra a favor. Sobre todo, porque un locutor debería contar lo que esta pasando, lo más objetivamente posible.

Tampoco puede ser que el comentarista, que nos tiene que explicar lo que nosotros, neófitos, no vemos, se dedique a aconsejar a los que están jugando. Eso lo hago yo en mi casa, sentado frente a mi televisor y con una cerveza en la mano. “Pásala a Iniesta”, “Aquí, a la otra banda”. ¡¡Los jugadores no te escuchan!!! Estás en una cabina lejos y los únicos que escuchamos esos consejos estamos aun más lejos que tu.

Pero sobretodo, lo que nunca debería pasar, es que el especialista o cualquiera que este delante de un micrófono, reclame actitudes antideportivas a los jugadores. “Hazle falta que ahora ya no importa”,”Quédate tirado haciendo tiempo”. Hay niños que ven el fútbol y no es bueno que le transmitan valores equivocados. Menos mal que los jugadores no recurren a esos trucos sucios. Los trucos no son necesarios cuando se es grande, a menos que te llames Italia y te dediques al fútbol de mierda que hace, desde siempre, la “azzurra”.

Ser la afición de un equipo grande también lleva cierta responsabilidad.

No se puede, al otro día de ganar, seguir quejándose del árbitro. Ya esta, somos grandes y ganamos pese al referí. No hay que dedicarle ni dos segundos, ni acordarse de cómo se llama. Eso es para cuando pierdes ¿Cómo se llamaba el árbitro de la final del 86, mundial que ganó Argentina? Ni idea ¿Cómo se llamó el de la final del 90 que perdimos? Codesal ¿Ven la diferencia?

Tampoco se puede al otro día hacer comparaciones entre nuestro director técnico con el de los demás equipos por conceptos extradeportivos… Del bosque es humilde, peludo y suave… como Platero. Ahora y hasta dentro de 4 años es el mejor entrenador del mundo, por lo que sabe, por como planteó los partidos, por la inteligencia y la oportunidad de los cambios, por como llevó el equipo etc.

La humildad y lo buena persona que pueda ser, poco tiene que ver con el resultado. ¿Si hubiera sido eliminado por Paraguay con aquel penalti, dejaría de ser humilde y bueno? ¿Verdad que no?

Incluso hubiera seguido siendo un buen técnico pues el fútbol esta lleno de imponderables que te pueden dejar fuera del mundial. Se pueden comparar sus habilidades profesionales, eso es lo suyo: “Que bien que planteo el partido con Alemania, cuanto mejor que Capello o Maradona”. Mourinho es un técnico insoportable y no por eso sus equipos dejan de ganar. De hecho en el último enfrentamiento entre su equipo y el Barça le ganó el duelo a Guardiola que es el técnico “Buena persona” por excelencia (lo que no significa que Pep sea peor técnico, si no que perdió un partido)

Una última cosa. Ahora que la roja ha ganado un mundial, las expectativas para el próximo aumentarán enormemente. Hasta ahora si España caía en octavos era lo normal. Si llegaba a cuartos era un exitazo y una semifinal era la gloria eterna. Ya no. Ahora caer en primera vuelta será una vergüenza y todo lo demás será un fracaso. Ahora sólo queda ganar o ser el subcampeón. Todo lo demás traerá la exigencia de responsabilidades, el fracaso como grupo y todas esas tonterías que dicen los buitres que rondan el deporte rey. Si no me creen fíjense en la selección Argentina. Salió quinta, el mejor resultado desde 1990 y la sensación que tiene todo el mundo es que fracasó…

¡Es que ser un grande también tiene sus desventajas!!!

miércoles, 7 de julio de 2010

Carta de amor


No me arrepiento de este amor/ aunque me duela el corazón…

Gilda.

Maradona llora.

Acaba de terminar la final del mundial 90 y Alemania nos ganó por un penal injusto.

La selección jugaba horrible y llegamos al final por una combinación de “huevo”, suerte y algunas genialidades del propio Maradona. Fue un mundial heroico. Los italianos nos silbaban el himno y al Diego; Brasil nos cascoteo el rancho hasta que una genialidad del diez y un remate final del pájaro Caniggia los dejó afuera; Eliminamos a los italianos en la tanda de penaltis con un portero que nunca más rindió igual.

Todo apuntaba a que, sin merecerlo por nuestro juego, fuéramos campeones. Típica historia de película yanqui en el que superando todas las dificultades imaginables, llegamos a la cima y el muchachito se lleva a la rubia más linda y jefa de las animadoras.

Pero esta es una historia argentina y el muchachito era un negrito petiso y en la final un árbitro decidió que el campeón tenía que ser Alemania. No hubo rubias buenísimas repartiendo besos apasionados sino lágrimas por todas partes. Para que no se le olvide a nadie, el árbitro se llama Codesal.

Maradona llora.

En un de los peores momentos de mi vida y viendo la final en un televisor blanco y negro de 14 pulgadas, se me estruja el alma por verlo llorar. Tiene el tobillo como un melón de las patadas que le han dado y ha jugado infiltrado medio mundial.

Cuando Diego habla de proteger a Messi lo hace porque sabe qué significa ser un imán para las patadas de jugadores que no te llegan a las rodillas. De personas que, con un poco de suerte, pasarán a la historia por los golpes que le dieron al mejor del mundo, o al mejor de todos los tiempos.

Seguí el mundial con un interés digno de mejores causas y el final triste me mata. Diego llora y yo, que no lo conozco más que de la tele, sufro como si fuera de mi familia. Veo al mejor de todos los tiempos sufrir como un hincha más y la historia de amor, que empezó en aquella cabalgata infernal hasta el GOL más famoso de los mundiales, se reafirma, se consolida, se vuelve indestructible.

Amo a Maradona desde entonces y quería que ganara Argentina este mundial por la selección, porque en el fútbol es en uno de los pocos lugares donde tengo una sola patria, y por el Pelusa. No necesariamente en ese orden.

Amar a Maradona no es fácil. No es Pep Guardiola, que hace todo bien, no es Redondo que siempre es coherente, tampoco es Valdano que habla difícil pero termina explicándose. Es el Diego que cada dos por tres mete la pata y dice algo que mejor no decir, aunque lo sientas en el corazón y tengas razón (Passman la tenés adentro igual, más allá del 4 a 0 que nos metió Alemania). Maradona se drogó, engordó hasta lo indecible, estuvo internado en un psiquiátrico, se equivocó en su vida muchas veces… pero ahí sigue este amor.

Sufriendo como se sufre con un hijo que mete la pata y al que sabes que no se la van a perdonar, al que sabes que hay un montón de gente esperando para hacerle sangre. Al que ves exponerse una y otra vez y pensás: ojalá te salga bien porque sino te van a hacer mucho daño…

Creo que por eso Diego es más que un jugador, un director técnico o una leyenda. Era un condenado a cagarse de hambre, a terminar tirado y viviendo de la caridad de alguien más formado, con más suerte. O si no, un converso, un dócil. Y no, no ha sido nunca así y no se lo perdonan. Lo esperan como esperan los leones a un animal herido para rematarlo.

Cuando cae (por goleada) y piensan que ya es suyo, que lo podrán linchar a placer y que podrán volver a llamarlo gordo, drogadicto, inútil, mandarlo al museo de los héroes sin contenido, la gente lo rescata.

El amor de un pueblo muy particular y muy agradecido lo rescata. Lo salva yéndolo a buscar, literalmente, al aeropuerto cuando venia con la cola entre las patas.

Si ganara siempre, si hiciera todo bien, si se ganara la vida vendiendo remedios contra la impotencia como hace el tío Tom del fútbol, seguramente no lo querríamos tanto. Seria un lindo recuerdo pero nunca esta pasión.

miércoles, 30 de junio de 2010

Libros que asustan


Hay libros que meten miedo.

No me refiero a los libros que uno empieza y abandona a las dos páginas porque no puede con ellos. Esos son libros que nos aburren. Hay gente que se aburre con Rayuela (hablaré algún día de ellos en una nota que se podría llamar: gente peor que uno, o algo así), con Cien años de Soledad o con El Quijote. En fin, cada uno se aburre según su buen saber y entender.http://joacoramos.wordpress.com/wp-includes/js/tinymce/plugins/wordpress/img/trans.gif

Hay libros que meten miedo sin que los hayamos siquiera abierto, y precisamente por eso, nos asustan tanto. Libros cuya fama de difíciles los precede. Libros que cuando alguien te comenta que los va a leer, te parece que se va a meter en camisa de once varas, o que cuando te proponen que los leas piensas: Uff ¿Tiene que ser justo ahora? Y te quedas leyendo la saga de Millenium.

Uno de esos libros es Ulises de Joyce. Un libro que según dicen, yo no me he acercado a ese libro así que no lo puedo asegurar, no tiene puntos ni comas y si lo lees seguido tardas 24 horas. Un libro enorme que tiene pinta de ser farragoso y difícil. Kafka también tiene esa fama. Proust es otro que suele dar miedo.

No quiero decir que sea justo. A lo mejor Ulises es una obra amena y fácil de leer y sólo sería cuestión de encararla sacudiéndose el miedo. Con Kafka eso funciona, con los otros no lo he probado.

Dentro de lo que no es estrictamente literario, los libros de Marx, Engels y Lenin también tienen esa fama. La gente suele pensar que son libros muy difíciles de entender y que leerlos te hace parecer inteligente en ciertos ambientes. Tengo un amigo que fingía que había leído mucho a estos autores sólo para presumir ante las chicas.

A esto no ayudan mucho los autodenominados “marxistas” que siempre tienen pinta de bichos raros a los que no les gusta ni el fútbol, ni la televisión y que, si ese día lo tienen muy marxista, tampoco toman Coca-cola.

Tampoco ayudaba nada el hecho de que la mayoría de los libros vinieran de la extinta Unión Soviética (incluso la misma existencia de la URSS tampoco ayudaba a los marxistas, pero eso es otra historia). Los soviéticos eran personajes muy curiosos. Si ese año estaban peleados con China le hacían decir a Marx en algún momento: “no confíes en los orientales que suelen ser bajitos y contrarrevolucionarios”. Digamos que sus traducciones eran poco serías. Si algo no les gustaba, lo sacaban y punto. Más o menos lo que ha hecho la Iglesia con la Biblia durante miles de años…

Cuando te decides y lees algún libro de estos autores, descubres que es una fama mal ganada. En general son libros amenos y fáciles de entender pues los escritos generalmente son propagandísticos, destinados a convencer y explicar cosas. Son libros destinados a La Internacional (si, la de “agrupémonos todos…”) para convencer a sus participantes de seguir esa tendencia

No voy a decir que El capital sea un libro fácil, pero es un libro de economía y no creo que ningún tratado de este tema sea muy ameno. Una vez, ya entrenado en literatura marxista, empecé a leer El capital con un amigo. A las dos semanas habíamos leído y, supongo que comprendido, el primer capitulo del primer tomo… nos pareció suficiente, no es que la economía marxista se esté aplicando mucho últimamente.

Un amigo marxista y latinoamericano decía que el único modo de leer este libro era estar preso. A continuación que decía era que se había fugado de una cárcel sólo para no empezar el segundo tomo.

Otro libro que no encaja en lo que decía antes esMaterialismo y empiriocriticismo de Lenin. A mi ese título me da miedo. Nunca lo he leído, además ¿qué es el empiriocriticismo? No se puede leer un libro del que no entiendes ni el título.

Un libro que a mi me encantó y recomiendo fervientemente es de Engels, el hombre a la sombra de Marx, el Watson de esta historia, el Robin del izquierdismo científico. Un hombre que mantuvo a Marx cuando éste estaba en la ruina y que siempre ha sido relegado, pese a figurar como coautor de casi toda literatura marxista. Se llama, y no se asusten,El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Se ve que el tema marketing no estaba muy desarrollado cuando estos hombres escribían porque los títulos, como se ve, tampoco suelen ayudar.

Detrás de este titulo hay un libro que, más que nada, es un tratado de antropología. Una historia muy bien hilada del desarrollo de la civilización, desde las cuevas hasta los días en que se escribió esta obra. Un libro de muy pocas páginas que se lee rápido y que resulta de lo más entretenido. En él, Engels cuenta como, desde la manada el hombre terminó en un núcleo familiar reducido como el que tenemos en la actualidad. Algunas de las teorías antropológicas que maneja han sido superadas hoy en día, pero eso no le quita mérito al material. Explica, y eso me dejó impresionado, que la explotación de la mujer (lo de la mujer en casa y con la pata quebrada) es contemporáneo a la explotación del hombre por el hombre. En cuanto el hombre consiguió esclavos que generaban riqueza, quiso garantizar que ésta quedara para sus hijos. La única forma de saber que sus hijos eran sus hijos fue apropiarse, literalmente, de una mujer puesto que antes los hijos eran de la tribu y no de determinada persona. Se consiguió una fémina con la que sólo tenía sexo él (o eso creía) y la encerró en casa para que nadie se la tocara. En ese sentido es un libro feminista. Una frase que me quedó grabada cuando la leí dice más o menos así:

“Hay que sacar a la mujer del embrutecedor ámbito de la cocina”

Espero algún día juntar ánimo para encarar la lectura de esos libros que dan miedo ¿ustedes no?

viernes, 18 de junio de 2010

Zapatero y la crisis


La crisis llegó de repente. Se anunciaba pero no se la veía hasta que, de un día para otro, se instalo entre nosotros. Los bancos dejaron de prestar dinero, las empresas empezaron a despedir gente y todo el mundo entró en pánico. Un amigo se había ido a pasar las fiestas a la Argentina en diciembre, volvió en enero del 2009 y no entendía qué pasaba. “Me fui hace un mes y ahora todo el mundo está enloquecido”, nos repetía a nosotros, que efectivamente estábamos locos con la crisis. Fue cómico porque no entendía y tampoco yo sabía explicarle como había cambiado tanto en tan poco tiempo.

Un poco de historia

Fue durante el gobierno del partido popular cuando creció la burbuja inmobiliaria. Yo vivía en un 4º sin ascensor de 40 metros cuadrados, que a la dueña le había costado 54.000 €. A los 3 años intento vendérmelo en 90.000 €. A mí, que sabía lo que le había costado, se me antojo un robo y me negué a comprarlo. Bueno, eso y que tampoco tenía el dinero para hacerlo. A los 5 años cuando terminó el contrato, me echo y lo puso en venta por 156.000 €, y lo vendió en una semana.

Las hipotecas estaban regaladas y el banco te tiraba el dinero. “Ya que te metes en una hipoteca porque no aprovechas y te compras un buen coche”, o “¿por qué no haces una reforma en la vivienda?” y la gente se metía…. La calle se lleno de BMW, Mercedes, Volvos y la gente se llenó de deudas. Es el periodo de la historia de España en el que la deuda de las familias fue más elevada. Una gran parte de la gente comenzó a vivir por encima de sus posibilidades, la famosa bicicleta.

Los bancos lo financiaban todo, refinanciaban deudas, ampliaban hipotecas etc. Surgieron empresas que unificaban las deudas a un interés usurero y la gente se siguió metiendo. Ibas al banco con el recibo de sueldo y te daban 10 veces lo que cobrabas, te daban créditos a un año sin intereses y sin necesidad de explicar nada. Se daban y dan las hipotecas a 30 y 40 años, pues los departamentos eran tan caros que la única forma de comprar era alargar la compra hasta la muerte del comprador.

Un departamento en Madrid o en los suburbios, y no hablo de pisos en zonas, podía salir lo mismo que comprar un piso en Manhattan. Una vivienda en Alcobendas de 60 metros cuadrados podía llegar a salir lo mismo que una mansión en Buenos aires.

Mi vecina quiso cambiar de casa. Fue a preguntar por unos pisos en construcción en el mismo barrio y como le gustaron, a los tres días volvió con el marido y el precio había subido 18.000 €. Cuando pregunto por qué , la respuesta fue que el viernes, tendría otra subida de 18.000 €. Lo peor es que fue y dejó una seña corriendo, convencida de que había ahorrado.

Todo esto paso sin que el gobierno interviniera para nada. Al ministro le preguntaron porque subían tanto los pisos y dijo, más o menos, que subían tanto porque había alguien dispuesto a pagar, que no veía ninguna necesidad de intervenir, que la oferta y la demanda y todas esas patrañas. Se construyó todo lo construible y más. Las empresas constructoras, un importante sostén del partido popular, se convirtieron en los corruptores de nuestros políticos. Hubo muchos casos en los que el concejal de urbanismo y el alcalde se hacían ricos gracias a alguna recalificación del terreno. Un alcalde denuncio que un constructor le dio un cheque en blanco para que pusiera la cifra que quisiera a cambio de una recalificación. Incluso se acusó a los constructores de estar detrás de la maniobra que le arrebato la comunidad de Madrid (la provincia de Madrid) al partido socialista. El socialismo podía gobernar en coalición con izquierda unida hasta que dos de sus diputados desaparecieron misteriosamente unos días. Cuando aparecieron habían cambiado su voto y se dice que el tamaño de sus cuentas corrientes. Esto se conoció como el tamayazo y desde ese día gobierna la derecha más rancia la comunidad de Madrid. El escándalo con las recalificaciones fue Tal, que se habló de quitarles a los ayuntamientos la potestad sobre el suelo.

Cuando esto toco techo, mucha gente se encontró con casas sobrevaluadas que nadie iba a comprar e hipotecas imposibles de pagar. La vivienda pasó a llevarse el sueldo de uno de los dos integrantes de la pareja o, incluso, un poco más. Ósea una trampa: Una casa que no se puede ni pagar, ni vender. Aquí en España, aunque devuelvas la vivienda te quedas con la deuda. Si la compraste por 300 mil euros y cuando se la quieres devolver al banco vale 240, debes 60 mil euros. Sigues endeudado pero ya no tienes la vivienda. Ante este panorama, pagar la hipoteca se convirtió en el santo grial de muchísimos españoles de a pie que no querían quedarse sin nada y debiendo una millonada. Surgieron muchas páginas Web donde la gente vendía su vivienda al precio de lo que quedaba para pagar la hipoteca. Las casas se volvieron una maldición, una pesadilla.

Algunos barrios nuevos de Madrid, quedaron vacíos. Mucha gente compró para especular pues nada daba más dinero que “el ladrillo” . Con la crisis, sin poderse vender, se han convertido en barrios fantasmas, en un monumento a la crisis.

Entonces llegó el desempleo.

La construcción que había amasado verdaderas fortunas comenzó a despedir a discreción. Los trabajadores sin cualificacíon fueron los primeros, luego los oficiales y la cosa se extendió como una epidemia. La construcción, que se había convertido en el motor de la economía española, se había parado. No había más posibilidad de bicicletear, ya no había ni bicicleta.

Empresas que, no solo, no han perdido dinero, sino que lo han ganado y en abundancia, comenzaron a despedir gente. Nadie protesta mucho cuando le dicen que ahora hay que trabajar por dos y cobrar por uno. Los desocupados pasaron a formar parte de nuestro entorno. Los vecinos, los padres de los compañeritos de mis hijos, los amigos. Su sola presencia transmite el miedo de pensar que uno puede ser el próximo.

El gobierno de Zapatero comenzó a hablar de crisis. Con un discurso mucho más social que el partido de la oposición, el gobierno prometió cuidar el estado del bienestar contra viento y marea. Se resolvió darle una ayuda a la gente que se iba quedando sin seguro de desempleo y se volvió a prometer que la crisis no iba a recaer sobre los más débiles. Se le dio dinero a los bancos para que lo prestara a bajo interés pero los banqueros siguieron sin prestar. Nada parecía funcionar.

Explotó Grecia y el FMI, ese organismo que quiere tanto a los pobres que los reproduce por donde quiera que vaya, y la Unión Europea, acordaron poner una millonada tremenda de dinero para que el país no quiebre. No sé a quién se lo dieron porque si se lo hubieran dado a cada griego, estos se podrían dedicar a rascarse la nariz durante el resto de su vida y vivir como jeques árabes. En lugar de eso, van a bajar los sueldos, despedir gente, reducir los presupuestos de educación, salud y recortar el estado de bienestar hasta que solo sea estado. Una receta famosa por sus grandes éxitos en Latinoamérica.

Ahora, para prevenir estas quiebras, los países de la unión europea han decidido ajustar antes de que la cosa pase a mayores. Ajustan como en todos los países que tienen ajustes, se ajusta a los ajustados. Algunos más, algunos menos. España podemos decir que esta en el clásico, hay poca innovación. Se ajusta a los empleados públicos, a los jubilados, se recortan prestaciones, se retiran las ayudas a la natalidad… Lo que es un ajuste en toda regla. El impuesto a las grandes sucesiones patrimoniales no se repone ¿para qué? Total, si sólo afecta a las grandes fortunas y se quito con acuerdo de los dos grandes partidos… La derecha francesa del Sarkozy sorprende subiendo algún impuesto a los ricos, Berlusconi se sale del libreto un poco pero también es clásico, los alemanes más de lo mismo.

Es cómico como el partido popular, que estuvo haciendo campaña por la reforma laboral (eufemismo para decir abaratar los despidos) ahora se presenta como defensor de los trabajadores. La portavoz del partido definió al PP como el partido del Pueblo. Uno puede pensar que la derecha no le tiene miedo al ridículo si no fuera por que el ridículo lo hace el PSOE. El socialismo le da espacio a la derecha para que le pegue por todos lados. Por mantener el estado de bienestar y por atacarlo.

Zapatero anunció el ajuste y no tuvo cintura para anunciar algunas medidas que afectaran a los más ricos, estas medidas serán más lentas a la hora de conseguir liquidez pero para la gente es importante sentir que no es la única que hace el esfuerzo. Días después de ser abofeteado en los medios a derecha e izquierda anunció un impuesto a los más ricos. No dijo ni cuando, ni como, ni a quien. En realidad no dijo nada y, una vez más, cayó en el ridículo que fue muy explotado, otra vez, por la derecha. Esta, se guardo muy bien de anunciar que también estaría en contra de un impuesto a los ricos… las cosas claras.

El gobierno de zapatero agoniza como vivió. Jaleado por una derecha que nunca le dio tregua en ningún tema y a la que ha favorecido dejándole permanentemente flancos en los que pegarle. Nunca ha tenido la iniciativa, ni ha sabido contrarrestar el poder mediático del partido popular, más bien se ha dejado arrastrar por el fango una y otra vez. Siempre a medias, siempre sin terminar de decidirse. Amenazó con la ley antitabaco, el PP la criticó porque el gobierno nos quería obligar a dejar de fumar … conclusión: sacó una ley que no sirve para nada pues se fuma en todos los bares de España. Ahora tiene que reformar la ley y la derecha vuelve a defender la libertad de la gente de joderse y jodernos los pulmones. Sacó la ley de la memoria histórica. Una ley que no contentó a nadie. A las victimas porque no les permitió desenterrar a los miles de españoles que están aún enterrados en fosas comunes a los costados de las carreteras. A los franquistas porque “reabría heridas”, como si alguien que tiene a su padre o abuelo enterrado en una fosa común no tuviera abiertas las heridas. Sacó una ley para que se diera en los secundarias dos horas semanales de “educación para la ciudadanía. Una materia parecida a la “educación cívica” que hubo siempre en Argentina. Los colegios de curas, los concertados, la asociación de padres católicos y organizaciones similares, lo acusaban de querer “adoctrinar” y se opusieron salvajemente. Las agrupaciones progresistas de la comunidad educativa decían que estaba bien pero tampoco servía de mucho, que era mucho gre, gre para decir Gregorio.

Todo esto mientras la derecha lo comparaba con Chávez (el venezolano es el cuco a este lado del atlántico, no sabían donde estaba Venezuela antes pero ahora es el mismo infierno) y la iglesia, perdonen la redundancia, lo acusaba de “laicismo radical”

Ahora el gobierno de Zapatero parece muerto. Nadie da nada por él pese a que quedan dos años de mandato

Es una pena que después de 8 años de gobierno de Aznar, el de la invasión a Irak, el que salió hablando en “texano” de una reunión con Bush, el que mintió e intento engañar a todos los españoles con el atentado del 11 de marzo para no reconocer que por su implicación personal en una guerra ilegal, teníamos el conflicto en casa, vuelva a ganar el pp. Es lo malo del bipartidismo.

Lo triste es que el PP hará lo mismo y los ajustados votaran al dueño del nudo que los seguirá ajustando. Los afectados votaran a la derecha porque el gobierno de Zapatero ha sido mucho nadar para morir en la orilla.