martes, 31 de marzo de 2009

Nosotros los primates

Un amigo, que estudió unos años de biología, tiene una teoría muy interesante sobre los hombres. No sobre la humanidad, sino sobre la parte de la humanidad masculina. No sé cuanto de ciencia tiene, pero como este chico es lo más parecido a un científico que he conocido nunca, me parece posible.
Este amigo dice que el sector masculino de la población mantiene ciertas pautas, que si se miran de cerca, se detectara nuestro pasado evolutivo.
Es bastante cómico ir con él y sus amigos biólogos, los que se recibieron, a cualquier sitio. Todos parecen compartir su teoría. Si vamos a un bar y los hombres vamos a buscar las bebidas a la barra, alguien dice: “los machos traen el alimento a sus mujeres” Así todo el día. De manera que terminas la jornada sintiéndote un mono.
Como verán me tienen completamente convencido.
Uno de los ejemplos que me dio este amigo es que en las familias, en el momento que los niños crecen y se convierten en adolescentes suele haber conflicto entre los hijos varones y el padre, más allá de los temas sicológicos que, como argentinos, nunca descartamos.
Este período es en que desvalorizas a tu padre y piensas que tú jamás vas a ser como él; que es bastante fácil superarlo en casi todo y que, básicamente no sabe nada de nada. Solo para después de unos años darte cuenta que ser padre es bastante complicado y que uno hace lo que puede, lo que le parece adecuado o que, simplemente, improvisa.
Que todas esas decisiones que tomas todos los días con respecto a los hijos te dejan preocupado, preguntándote si cualquier cosa que hayas dicho, hecho o pensado será, más perjudicial que beneficiosa. Si los estas ayudando a vivir o los marcarás para toda la vida.
Poca gente puede hacer tanto daño involuntario a otra persona como los padres. Los hijos escuchan las cosas que decimos y les influyen de una forma que no podemos ni imaginar.
Una vez una madre me comentaba, delante de su hija, que ella prefería los varones. Las niñas no le hacían mucha gracia. Yo la miraba alucinado. Miraba a la madre y miraba a la hija, haciéndole señas con los ojos para que notara que su niña estaba ahí, su única hija… Fue en vano. La mujer interpretó que no la estaba entendiendo así que se explayó, dio detalles, se puso enfática…. La hija no se fue a jugar, no se distrajo, no la miró pero escuchó todo...
Un padre me dijo delante de su hija también, que tener hijos era un coñazo (Coñazo, en castellano ibérico, significa algo malo, plomo. Pesado, aburrido). La hija lo miró con cara de “¿Qué me estas contando?” y el buen señor confirmo: “Te quiero mucho pero tener hijos es un coñazo”. El sicólogo parece que se esta construyendo un chalet gracias a esa frase….
Un día le estaban pintando las uñas de los pies a mi hijo. La hermana se las había pintado y él también había querido. Dije “qué le están haciendo a mi hijo” en tono de enfado. Pensando que le hacia una broma a la amiga que le pintaba las uñas. Al rato el enano desaparece un rato y como cuando no oyes a los niños, sospechas… fuimos a ver. El pobre estaba con el pie en el bidet intentando limpiarse las uñas de los pies solito. Intenté explicarle que no me importaba, que era una broma, que le quedaban muy bien las uñas pintadas, incluso hice que me las pintaran a mi pero nada. No hubo forma. El niño escuchó lo primero que yo le dije y se quedó con eso. Hubo que despintarlo y me quede con las uñas pintadas un par de días hasta que mi mujer me levanto el castigo.

Volviendo a los primates. En la adolescencia, según mi amigo, es el momento en que también se cuestiona al macho dominante de la manada. El macho viejo y experimentado ve como otro macho joven, fuerte y alocado intenta imponerse y se produce el inevitable choque. En los primates el tema se resuelve con una buena pelea en la que el perdedor se tiene que ir. En nuestro caso el tema pasa más por una tirantez permanente hasta que el macho joven comprende su lugar y se termina por ir en unos años.
Ahora que los chicos, en España más a menudo pero también en Argentina, se van de su casa a los 30 y pocos, debería consultarle a mi amigo por su teoría.
Habría que diferenciar los que no se van porque no pueden de los que se quedan por elección. Los que no se van hasta tener su casa comprada, con su televisor de plasma, su coche nuevo etc. Esos jóvenes que se quedan por comodidad en casa, que tienen 30 y su mamá aun les hace el desayuno, han perdido su lado más salvaje y rebelde. Nadie te hace el desayuno todos los días de tu vida sin que tengas que pagar por eso de alguna forma. Es un panorama que asusta ¿no? Si la juventud no es un poco primate estamos jodidos.
El mate. No sé si esto tiene que ver con nuestra evolución o es cultural. Tendré que pedirle a mi amigo que me lo aclare. En la inclusión de los chicos a la ronda del mate hay un tema de iniciación, o aceptación. Cuando tú viejo, vieja, tío etc. te acepta en la ronda del mate, sos adulto. Es la aceptación de que hay otro adulto en la “manada”. Cuando sos chico ves pasar el mate y te morís porque te pasen alguno pero nunca lo hacen. Sentarse a tomar mate, mano a mano con la vieja o el viejo es como la graduación del fin de la vida infantil.
Otro ejemplo, mi favorito, es el de los hombres argentinos y los asados. Mi amigo afirma con una convicción encomiable, que puedes saber quien es, o quisiera ser, el macho dominante del grupo por la persona que esta detrás de las brasas de un asado. En la casa familiar el asado lo hace el padre. Jamás se me ocurriría ponerme a hacer el asado en casa de mi papá si él esta presente. Eso no se discute. El asado lo hace él salvo que este lesionado y no se sienta con fuerzas. Ahí se nota nuestra evolución. En lugar de darle un garrotazo en la cabeza y echarlo de la casa decimos: “sentate viejo que yo hago el asado”. Pero repito solo en caso de extrema debilidad del progenitor.
Cuando el asado es entre amigos la cosa es más complicada. Si miran bien y están atentos, verán que se desarrolla en torno a la parrilla una sorda lucha. No siempre el que comienza el asado es el que lo termina. Hay uno que termina desplazando los demás, uno termina convertido en el dueño de la parrilla. Es el que decide cuando están hechos los chorizos, si hay que abrirlos en mariposa o salen como están…
No hay violencia, normalmente, pero no sé de un asado hecho por dos hombres. Todos van abandonando hasta que, como en la película de los inmortales, solo queda uno.

La mujer argentina sabe que si su marido (llamaremos marido a todo el que convive con su pareja) es de su misma nacionalidad, es la persona que le va a hacer los asados el resto de su vida (o lo que dure la vida juntos) siempre que sean en casa. Es su lugar, su papel. Uno puede resignar el lugar de asador si va a comer a la casa del suegro pero ¿En su casa? Nunca.
Esta mujer comprende que si su marido es malo haciendo asados (cosa rara pues tampoco es tan difícil hacer uno medianamente bien) tendrá que comer asados feos cada vez que su marido organice uno, o hacerse vegetariana. Es la forma más sencilla de identificar a la persona que desempeña el papel de macho de la casa. Solo un hombre más evolucionado y que quiera mucho a su mujer, tanto como para permitir que otro macho ocupe su lugar junto al fuego unas horas, deja que otro haga el asado en su terreno.
Mi padre una vez quemó un asado, fue allá por el 77 y aún lo recuerdo. Pero lo quemó quemó, no tenia remedio ni salvación posible. La carne y el carbón no se diferenciaban… Se sentó en la cabecera de la mesa y sin decir nada, nos miraba con cara de asesino cuando insinuábamos que se le había pasado un poco. No solo era cara de asesino, era cara de sufrimiento también. Para un hombre de nuestros pagos (nuestra patria, en argentino básico) vive como una gran tragedia un incidente así. Fue la única vez que mi padre quemó un asado y fue todo un acontecimiento… que todos disimulamos comiendo carne quemada de la forma más elegante que pudimos. Para no mortificarlo aun más y para evitar que volara algún cachetazo, todo hay que decirlo.

En mi casa hago los asados yo y cuando uno viene e intenta decirme lo que tengo que hacer, siento surgir el primate que hay en mí y me dan ganas de darle con la palita para mover el fuego.
En mi última visita a la argentina hubo 3 asados de la familia en zona neutral (la casa de mi cuñada sin marido, para que se entienda). Los hicimos los tres concuñados, uno cada uno, por riguroso orden.
En el que me toco a mi uno de mis concuñados me puso unos trozos de carne a la parrilla sin consultarme… es el día de hoy que no le hablo.
… una cosa así no se perdona fácilmente como podrán comprender

lunes, 16 de marzo de 2009

Marihuana y otras yerbas

Cuando era adolescente mis amigos empezaron a fumar marihuana. Bueno, mis amigos y yo empezamos a fumar sería lo mas acertado. Algunos fumaban más, otros fumaban menos y algunos sólo fumábamos cuando surgía, por que en soledad no nos tentaba y para una reunión social preferíamos llevar otras cosas.

La marihuana nunca me gustó demasiado. El que no fumara tabaco seguramente influyó pues no le veía mucha gracia a cualquier cosa que se fumara. No le sentía “gusto” y por lo tanto no era algo que me interesara demasiado. Nunca decía que no, si me ofrecían una calada pero nunca lo hice un habito. Siempre me gustó más la ronda y el colocón compartido, la cosa social, que el porro en si.

En realidad creo que ninguna droga me gustaba demasiado en aquel momento. Tomábamos un vino que venia en tetrabrik y que era de las cosas más horribles que he probado en mi vida. Además lo tomábamos sólo, ni siquiera hacíamos calimocho (vino con Coca cola). A lo más que llegábamos, y no demasiadas veces, era al “metal” (vino blanco con Fanta naranja). Tomábamos eso porque, si no me equivoco, aun no eran muy frecuentes los envases plásticos para gaseosas y los envases de vidrio eran retornables.



Escribo esto y me siento mas viejo que matusalén pero no es que yo sea muy viejo si no que el mundo va muy deprisa.

Volvamos. Nos juntábamos en la calle para ir a algún lado y si teníamos que comprar algo para beber y ponernos un poco pedo (la única explicación que encuentro a beber aquel brebaje repugnante) teníamos que barajar varias opciones: si querías una cerveza debías comprar el envase…. descartado. Lo mismo con la gaseosa… descartada. Tampoco se nos ocurrió nunca comprar los vasos que utilizan los adolescentes españoles para los minis. Tampoco creo que hubiera.

Nota para los argentinos. En España los adolescentes se juntan en la calle y beben cerveza, calimocho y cuba libres de ron o whisky en unos vasos de plástico de medio o un litro. Es muy común verlos juntarse llevando bolsas de supermercado llenas de bebidas blancas, gaseosas y vasos de medio litro desechables. Esta medida, el medio litro recibe en España el nombre de Mini. Cuando los chicos se juntan a beber en la calle se llama “botellón” o “ir de botellón” y esta prohibido. Se hace porque es mas barato beber así que en los bares y porque en los bares de copas (eso merece otra nota aparte que haré otro día explicando cómo son) la música esta tan alta que no pueden hablar. Como cualquiera puede suponer si no hay diálogo la posibilidad de ligar esa noche es más difícil. Solo ligarían los guapos, los que entren por los ojos y eso seria una injusticia para los demás; para los que tienen que remar y remar para llevarse el ligue al huerto

Volviendo a nosotros: bebíamos ese vino horrible que no nos gustaba.

La cerveza tampoco es que me volviera loco y solo la tomábamos en verano. Mi adolescencia fue una época de malos vinos más que de otra cosa. Vinos blancos casi siempre por que los tintos de esos precios eran aun peores.

Cuando una parte del grupo se fue hacia las drogas más químicas, léase cocaína, pastillas etc., ya no me interesó. Menos sabor aun que fumadas, las drogas así perdían todo su encanto.

Las pastillas y en general todo lo que tenga químicos me da muchísimo miedo. Nunca las he probado y estoy grande para empezar ahora. Tome una vez medio valium porque no podía dormir y fue un desastre. Me puse tan nervioso por los efectos posibles, según mi febril imaginación, que no dormí nada. Desde ese día descarte las drogas en pastillas tanto legales como ilegales.

La cocaína se hizo popular con la década infame versión dos o también llamada “Menemista”. Funcionarios corruptos y políticos sin principios, sin programa, sin nada más que su cara bonita y su oratoria, hacían gala de una cultura del éxito que me daba un poco de asco. El país se hundía y ellos vivían en una eterna fiesta de pizza, champán, modelos tontas, vedettes y cocaína. Nadie la nombraba pero estaba ahí. El resto miraba. Pero la cocaína fue lo único de la fiesta que se metió en todos lados. Dejo de ser una droga cara y reservada para unos pocos. Paso a ser una invitada más de las fiestas y las reuniones sociales. A mi todavía me da un poco de asco porque cuando la veo me acuerdo de esta gente. La asocio a personas de traje que derrochan el dinero de los demás. Nunca he estado en una fiesta con ese tipo de gente así que nunca los he visto meterse, pero esa imagen me viene a la cabeza cuando algún amigo hace un aparte sospechoso.

He vuelto a fumar alguna vez. Más para poder dormir cuando mi familia no esta en casa que para otra cosa. Si no están, la casa parece que se me cae encima y entonces no me duermo. Me dan la tres de la mañana y estoy viendo alguna tontería en la tele, sin enterarme de nada y esperando el sueño que no llega. Un amigo me dijo ¿Por qué no te fumas un porrito y luego te acuestas a dormir? Lo hice un par de veces y funcionó pero preferí evitar que mi familia se fuera sin mí a ninguna parte y duermo mejor.

Gracias a esta nota no podré ser nunca presidente de Estados Unidos (por esta nota y porque no soy de ahí, ni pienso ir en los próximos años, por lo menos hasta que no cierren Guantanamo, pero bueno...), cada vez que hay unas elecciones le preguntan a los candidatos si han consumido marihuana alguna vez y, en caso afirmativo, esto resulta todo un escándalo. Recuerdo que Clinton dijo que había fumado una vez pero que no había tragado el humo. Es curioso porque todo el mundo incluido, el periodista, y el propio Clinton sabemos que eso no solo es absurdo si no que es mentira. Nadie fuma un porro y no se traga el humo ¿no? ¿Para que lo fuma entonces? Y también podemos suponer que un tipo como Clinton que pasó su juventud en los 60/70 debe haber tragado el humo del cannabis más de una vez. Bush hijo (hijo de… se dirán ustedes) parece que se tomaba hasta el agua de los floreros pero nunca, nunca, nunca lo mezclaba con marihuana y parece que eso le hacia más honorable que el anterior presidente demócrata.

Es raro ese país. Si uno ve las películas y las series de televisión yanqui dan una imagen bastante liberal pero luego parece que en realidad no es así. En España a nadie se le ocurriría preguntarles a los candidatos a presidente si fumaron marihuana o hachís alguna vez. Es algo privado y si bien habría una minoría que lo utilizaría para escandalizar, creo que a mayor parte de la población no le interesaría el tema. Además seria curioso ver a los políticos españoles contestar este tema pues creo que del porrito en su juventud se salvan muy pocos. Yo desconfiaría de un político que dijera que nunca probó nada, que nunca se dejo llevar ni poquito, desconfiaría de alguien que nunca ha sido joven.