miércoles, 7 de julio de 2010

Carta de amor


No me arrepiento de este amor/ aunque me duela el corazón…

Gilda.

Maradona llora.

Acaba de terminar la final del mundial 90 y Alemania nos ganó por un penal injusto.

La selección jugaba horrible y llegamos al final por una combinación de “huevo”, suerte y algunas genialidades del propio Maradona. Fue un mundial heroico. Los italianos nos silbaban el himno y al Diego; Brasil nos cascoteo el rancho hasta que una genialidad del diez y un remate final del pájaro Caniggia los dejó afuera; Eliminamos a los italianos en la tanda de penaltis con un portero que nunca más rindió igual.

Todo apuntaba a que, sin merecerlo por nuestro juego, fuéramos campeones. Típica historia de película yanqui en el que superando todas las dificultades imaginables, llegamos a la cima y el muchachito se lleva a la rubia más linda y jefa de las animadoras.

Pero esta es una historia argentina y el muchachito era un negrito petiso y en la final un árbitro decidió que el campeón tenía que ser Alemania. No hubo rubias buenísimas repartiendo besos apasionados sino lágrimas por todas partes. Para que no se le olvide a nadie, el árbitro se llama Codesal.

Maradona llora.

En un de los peores momentos de mi vida y viendo la final en un televisor blanco y negro de 14 pulgadas, se me estruja el alma por verlo llorar. Tiene el tobillo como un melón de las patadas que le han dado y ha jugado infiltrado medio mundial.

Cuando Diego habla de proteger a Messi lo hace porque sabe qué significa ser un imán para las patadas de jugadores que no te llegan a las rodillas. De personas que, con un poco de suerte, pasarán a la historia por los golpes que le dieron al mejor del mundo, o al mejor de todos los tiempos.

Seguí el mundial con un interés digno de mejores causas y el final triste me mata. Diego llora y yo, que no lo conozco más que de la tele, sufro como si fuera de mi familia. Veo al mejor de todos los tiempos sufrir como un hincha más y la historia de amor, que empezó en aquella cabalgata infernal hasta el GOL más famoso de los mundiales, se reafirma, se consolida, se vuelve indestructible.

Amo a Maradona desde entonces y quería que ganara Argentina este mundial por la selección, porque en el fútbol es en uno de los pocos lugares donde tengo una sola patria, y por el Pelusa. No necesariamente en ese orden.

Amar a Maradona no es fácil. No es Pep Guardiola, que hace todo bien, no es Redondo que siempre es coherente, tampoco es Valdano que habla difícil pero termina explicándose. Es el Diego que cada dos por tres mete la pata y dice algo que mejor no decir, aunque lo sientas en el corazón y tengas razón (Passman la tenés adentro igual, más allá del 4 a 0 que nos metió Alemania). Maradona se drogó, engordó hasta lo indecible, estuvo internado en un psiquiátrico, se equivocó en su vida muchas veces… pero ahí sigue este amor.

Sufriendo como se sufre con un hijo que mete la pata y al que sabes que no se la van a perdonar, al que sabes que hay un montón de gente esperando para hacerle sangre. Al que ves exponerse una y otra vez y pensás: ojalá te salga bien porque sino te van a hacer mucho daño…

Creo que por eso Diego es más que un jugador, un director técnico o una leyenda. Era un condenado a cagarse de hambre, a terminar tirado y viviendo de la caridad de alguien más formado, con más suerte. O si no, un converso, un dócil. Y no, no ha sido nunca así y no se lo perdonan. Lo esperan como esperan los leones a un animal herido para rematarlo.

Cuando cae (por goleada) y piensan que ya es suyo, que lo podrán linchar a placer y que podrán volver a llamarlo gordo, drogadicto, inútil, mandarlo al museo de los héroes sin contenido, la gente lo rescata.

El amor de un pueblo muy particular y muy agradecido lo rescata. Lo salva yéndolo a buscar, literalmente, al aeropuerto cuando venia con la cola entre las patas.

Si ganara siempre, si hiciera todo bien, si se ganara la vida vendiendo remedios contra la impotencia como hace el tío Tom del fútbol, seguramente no lo querríamos tanto. Seria un lindo recuerdo pero nunca esta pasión.

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